El poeta se revela también al dictado imperial que solo concibe lo decente como el “vivir” programado, hombre o bestia cabizbajo ante la ley del abuso, ante la corte, ante el carcelero y ante el verdugo. El poeta ama el solar de color blanco, pero también de igual manera (¿o más?) ama el manto místico de Hades, con el que se cubre la pena de traición; la dicha de la soledad y el secreto delicioso de lo amoral.
El manto místico de Hades que siempre será de color negro. ¡Bendito color negro! Sublime subversión humana. El poeta y la libertad.
Principio, consistencia y fin de la lírica de enanos. Toda la deslealtad a la autoridad artística o moral. Que los juglares vuelvan del leteo, con sus Quimeras y sus Romances, este cartel/revista es simbiosis de sus anhelos. Una tea de poesía. Ya que todo lo bello es poesía. Los enanos y su mirada corta, los enanos y sus conciencia de lo establecido,¡tan corta! llevan cicuta y aroma de Mandrágoras en su otra mirada: la ciega, la que les muestra el ángel de la rebelión, que mil veces tienta al Marques de Sade a besar sus propias tempestades. En algún lugar verosímil, se oye decir a un hombre pequeo lo siguiente: “La derrota es tan clara, la muerte es demasiado probable, hay una débil esperanza de victoria… ¿qué estamos esperando? ¡Vamos ya!...
EL PLACER ES NUESTRO.
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